No es la primera vez que decimos que las primeras impresiones son las que cuentan, más aún cuando entras a una oficina en la que tienes que llegar a un acuerdo o conseguir una oferta ventajosa. Influyen muchos factores en los primeros dos minutos, que te condicionan de manera inconsciente para que te comportes de una manera o de la otra.
Muchos empresarios que adquieren su primera oficina empiezan teniendo una idea un poco difusa de qué tipo de oficina quieren, y nos encontramos con espacios diseñados de manera poco eficiente, y que pueden llegar a dificultar las dinámicas de trabajo cuando no se tiene claro qué se quiere conseguir con el diseño de la oficina.
El diseño de la oficina tiene que tener una idea fija, debe de seguir unos principios en la metodología del trabajo. De esta manera nos encontramos con que existen dos corrientes principales de diseño de oficinas. Por un lado tenemos las oficinas abiertas en las que predominan los espacios abiertos divididos por mamparas transparentes para dar sensación de amplitud. Y por otro lado, tenemos las oficinas tradicionales divididas en despachos y salas de reuniones.
También tenemos que comentar un tipo de distribución del trabajo que es relativamente novedosa, que se basa en el coworking. Este tipo de distribución es muy similar a las oficinas abiertas, con la diferencia que hay grandes mesas a lo largo de la oficina, en la que los trabajadores se sientan cerca unos de otros. Esto favorece la creación de sinergias, fomenta la creatividad y aumenta las relaciones sociales y de networking.
En cualquier caso, existen una serie de requisitos que toda oficina, independientemente de la metodología de trabajo que albergue, debe de tener. Y esto es así porque en el momento que uno de estos requisitos falta, te das cuenta de que algo falla, y precisamente no será el ambientador.
El artículo de hoy trata de determinar cuáles son estos elementos que generan la sensación de que una oficina está completa. Si consideras que alguno de estos elementos falla en tu oficina no tardes en cambiarlo, porque puedes mejorar la productividad de los trabajadores y causar mejor impresión en los clientes.
Los aspectos que hay que tener bajo control
En primer lugar, hay que cuidar de la luz. La luz es clave en el ánimo de los trabajadores. Disfrutar de los rayos de sol entrando por la ventana favorece la vitalidad, el optimismo e incluso la productividad. Los espacios donde predomina la luz de tungsteno (iluminación artificial) no resultan tan agradables.
Un aspecto que para muchos es vital, el ruido. Es importante que las ventanas del espacio laboral cuenten con cristales que aíslen de los ruidos exteriores. Las obras de la calle, el tráfico en las grandes ciudades y las zonas muy concurridas son incompatibles con la concentración necesaria para desarrollar cualquier tarea. El ruido constante irrita y baja la productividad.
La ergonomía debe de ser la máxima posible. Invertir en mobiliario ergonómico es vital para la salud y comodidad de los empleados. En la mayoría de los trabajos de oficina los trabajadores pasan sentados cerca de 8 horas al día, por tanto, necesitarán asientos ergonómicos que cuiden de sus espalda. A la hora de elegir mobiliario, lo ergonómico debe predominar sobre el diseño.
Los colores de la oficina influyen mucho en el personal y en los clientes. Tanto en las paredes como en el mobiliario, los colores claros y los tonos pasteles son idóneos para transmitir tranquilidad y serenidad. El blanco es el más común, pero apostar por colores pasteles y tonos suaves puede aportar un toque original.
Por último, la decoración debe de estar medida al detalle. Los elementos decorativos deben embellecer el entorno, pero no distraer a los empleados. La sencillez será una apuesta segura para las zonas comunes. Además, permitir cierta libertad a los trabajadores para que decoren sus mesas y despachos (con medida) hará que se sientan más cómodos