Últimamente se están viendo muchas empresas que invierten parte de su presupuesto de mejoras en instalar algún tipo de aislamiento en las paredes para reducir el ruido externo o incluso el interno y esto es realmente interesante porque se ha demostrado que la contaminación sonora genera estrés y reduce la capacidad productiva de un sujeto, así como su concentración, lo que repercute, obviamente, en los resultados finales de la empresa para la que trabaje.
Son muchas las consecuencias de la contaminación sonora pero las que más nos interesan ahora mismo son: la falta de concentración y/o insomnio, el aumento del estrés y el síndrome de depresión. Todos estos factores pueden afectar notablemente a nuestra productividad en el trabajo y por ese motivo las empresas están poniendo remedio a todo esto.
Por un lado tenemos a las empresas que no desean ser molestadas con ruidos externos como: oficinas, editoriales, empresas contables, e incluso zonas de recepción de clientes que pueden perder ingresos debido a este motivo. Otras empresas quieren evitar contribuir a esa contaminación acústica, como las fábricas que deciden aislarse levantando sus muros en una zona no urbanizada, estudios de música, agencias de publicidad que trabajan constantemente con vídeos y músicas que pueden molestar a los vecinos, etc.
Todas estas empresas necesitan la reforma de la que hablábamos y el endurecimiento de la ley, así como la necesidad de una mayor productividad, está haciendo que haya un gran aumento de directivos que piden presupuesto para realizar esta instalación. Una de mis recomendaciones sería que pidieran presupuesto a esta empresa de aïllament acústic (aislamiento acústico) porque es una empresa especializada en ofrecer este tipo de servicios que hace unos trabajos buenísimos a precios realmente asequibles. Y otra de mis recomendaciones sería que, si se lanzan a hacerlo ellos mismos (como algunos casos que conozco) que procuren buscar información del tipo de materiales que hay, que son muchos, y algunos funcionan mejor en según qué circunstancias que otras y nosotros, los no profesionales, no solemos conocer esas características.
Como curiosidad os puedo dar unos datos que me han dejado la boca abierta, por ejemplo, cuando estamos expuestos a más de 60 decibelios se nos dilatan las pupilas y parpadeamos aceleradamente, aceleramos el pulso y podemos tener taquicardias, aumenta nuestra presión arterial y nos duele la cabeza, tenemos menos irrigación sanguínea y mayor actividad muscular porque nuestros músculos se ponen tensos y dolorosos, sobre todo en cuello y espalda.
A más de 85 decibelios disminuye nuestra secreción gástrica, podemos tener gastritis o colitis, aumenta nuestro colesterol y los triglicéridos con el consiguiente riesgo cardiovascular y aumenta la glucosa en sangre (azúcar) por lo que los enfermos de diabetes pueden sufrir la elevación de la glucemia de manera continuada que ocasione complicaciones médicas a largo plazo.
Impresionante ¿verdad? Y nosotros seguimos poniendo la música a todo trapo en los cascos y los coches, cuando más fuerte mejor, para fardar y que se note que llevamos un buen equipo de música. O mejor aún, vamos subiendo el volumen de la televisión poco a poco hasta que llega un momento que el vecino de enfrente puede ver el mismo canal que nosotros sin darle sonido su aparato porque lo oye perfectamente con el sonido del nuestro.
A veces pienso que no aprendemos, que somos unos seres con muy poca capacidad de aprendizaje cuando compruebo cómo nosotros mismos nos causamos el daño, tanto como sociedad como individualmente, y no hacemos nada por remediar el problema.