En que consiste una auditoría energética

En el ámbito empresarial es muy común que se realicen auditorias, tanto a nivel interno como externo. El objetivo es detectar las fallas en la operativa y la gestión de las empresas, con objeto de subsanarlas y reforzar los puntos débiles. Las empresas energéticas no escapan a esta actividad, sobre todo ahora que nos encontramos en un momento en el que la sostenibilidad es clave. Realizar auditorías energéticas es cada vez más frecuente, por lo que hay que saber de qué tratan y como se realizan.

De forma sencilla, podemos decir que una auditoría energética, consiste en hacer un diagnóstico completo sobre el rendimiento energético de un edificio, industria, proceso o sistema. Con ello se determina si la estructura auditada debe considerarse como sumidero de calor, señalando las áreas de pérdida. Tras efectuar el diagnóstico, la auditoría recomienda la aplicación de las medidas correctoras pertinentes que, pueden ser más o menos costosas, con la finalidad de reducir el consumo y ahorrar energía. Hace referencia a la calefacción, la iluminación, el agua caliente sanitaria y la ventilación. Abarca a su vez, el consumo de energía en kWh y las emisiones de gases de efecto invernadero.

Básicamente, esta es la definición de una auditoría energética. No obstante, conviene conocer con más detalle en que consiste esta herramienta de gestión, para lo que hemos contado con la colaboración de Elemar Ingenieros Oficina Técnica de Proyectos e Instalaciones, expertos en ingeniería multidisciplinar, para conocer los recovecos de una auditoría energética y lo que conlleva. Como decimos, realizar una auditoría energética, constituye una herramienta de gestión que puede ser de gran ayuda a la hora de conocer todos los aspectos relativos a la energía que se consume en cualquier tipo de instalación a gran escala. Razón por la que cada vez, tiene mayor relevancia.

Un buen sistema de gestión energético es la clave

 

Pasar con nota una auditoría energética implica encontrarse en consonancia con la eficiencia. Aunque como todo, tiene su lado oscuro y, de no cumplir con la normativa, existe un régimen sancionador. Utilizada como herramienta de gestión, permite mapear y analizar el consumo del centro (eléctrico, de gas, de agua, etc.), identificar los elementos y usos que más consumo generan y destacar los problemas susceptibles de ser corregidos. Así como proponer y priorizar las soluciones en función de la eficacia, las características, usos de los edificios y los procesos en cuestión. Lo que a su vez, ayuda a calcular las inversiones que son necesario hacer.

Como casi todo en nuestro país, existe un Real Decreto que rige lo relativo a las auditorías energéticas. En este caso se trata del Real Decreto 56/2016 que transpone al ordenamiento jurídico español la Directiva de Eficiencia Energética 2012/27/UE. Este decreto obliga a la realización de una Auditoría Energética del ochenta y cinco por cien del consumo de energía final, cada cuatro años o, por el contrario, disponer de un Sistema de Gestión Energética ISO 50.001.

Los objetivos que plantea el decreto en cuestión son los siguientes:

  • Promover la eficiencia energética de las empresas de toda índole.
  • Analizar la situación energética de las empresas.
  • Detectar oportunidades de mejora a nivel energético.
  • Reducir el consumo energético y las emisiones de gases de efecto invernadero.
  • Reducir la dependencia energética exterior.

En cuanto al régimen sancionador al respecto, las empresas que no cumplan con los requisitos del Real Decreto, serán sancionadas conforme a la Ley 18/2014, de aprobación de medidas urgentes para el crecimiento, la competitividad y la eficiencia, con importes económicos de hasta sesenta mil euros. Lo que afecta de forma directa a todas aquellas empresas o grupos de empresas que, cuenten en su plantilla con más de doscientos cincuenta trabajadores o un volumen de negocio, superior a los cincuenta millones de euros y un balance de cuarenta y tres millones, a que realicen auditorías energéticas cada cuatro años.

A la hora de efectuar una auditoria energética, la lista de puntos de control que se consideran contiene los siguientes aspectos:

  • Cuanta energía se consume.
  • Donde se consume.
  • Cuál es el coste energético de los productos o servicios.
  • El estado actual de las instalaciones.
  • Como predecir el consumo en el futuro.
  • Si se gestionan correctamente las compras de energía.
  • Si es correcto el uso que se hace de las instalaciones.
  • Las medidas de ahorro que se pueden adoptar.
  • El rendimiento energético, económico y medioambiental.
  • Medidas a priorizar.
  • Como optimizar la distribución de las medidas a lo largo del tiempo.

En consecuencia, todas las auditorías energéticas deben seguir las directrices que establece la norma UNE-EN 16247:2012.

Utilidad y beneficios para la empresa

Ahora que ya sabemos lo que implican las auditorías a nivel normativo y como se convierten en una herramienta de gestión energética para las empresas, podemos hablar sobre su importancia y el hecho de que se hayan vuelto imprescindibles. Una auditoría de esta categoría, actúa sobre las áreas de la empresa que más derroche suponen: el uso ineficiente de los equipos. Por lo que supone el primer paso para tomar decisiones en aras del ahorro, al mismo tiempo que ayuda a que los mismos empleados, entiendan porque es necesario utilizar los equipos de forma responsable.

El impacto de una auditoria es destacable debido a que detecta a tiempo y con detalle, ineficiencias o negligencias de uso. Proporciona información valiosa para ahorrar en el uso de la electricidad, lo que reduce el coste operativo propio del equipamiento especializado o industrial que se utiliza. Permite identificar los procedimientos que más energía consumen y facilita su optimización y proporciona una visión detallada y pormenorizada del gasto de luz de la empresa. Además es el primer paso para poder obtener la certificación energética de los edificios, dando por cumplido el Real Decreto.

En cuanto al resto de beneficios de carácter económico que se asocian a las auditorías energéticas, diremos que son fundamentales a la hora de que el negocio sea viable, con independencia del tamaño. Gracias a las auditorias, se pueden establecer metas cuantificables y revisables en cuestiones de sostenibilidad. Refuerzan la imagen de la marca, mostrando un claro compromiso con el medio ambiente y, contribuyen a estar en consonancia con la creciente preocupación de la sociedad en materia ecológica. Al mismo tiempo posibilitan la planificación y elaboración de estrategias a corto, medio y largo plazo, funcionando como una inversión a medio plazo, debido a la reducción del derroche.

Con todo esto, hace factible que se disminuya la huella de carbono. Aspecto que la Unión Europea se ha puesto como meta en 2050, para alcanzar la neutralidad climática. Razón por la que las corporaciones de todos los sectores tienen un papel esencial, poniendo el foco en ellas desde las instituciones públicas.

Las auditorías energéticas pueden efectuarse en cualquier tipo de construcción, se trate de empresas, industria o edificios. Todas las empresas que se encargan de su ejecución, cuentan con su método propio para realizarlas, aunque algunas fases son comunes a todas. Por lo que detallaremos las fases comunes, por tratarse de las que constituyen el eje central de la auditoría y que solo puede efectuar un especialista en la materia.

Lo primero que se realiza es una toma de datos preliminar, que consiste en recabar la información relativa a la factura eléctrica, el consumo de un aparato y la identificación de los objetivos del negocio en el ámbito energético.

A continuación se lleva a cabo una evaluación pormenorizada, esta determina el gasto que hace el dispositivo en cuestión, permitiendo conocer el estado del suministro y descartar averías.

Detectados los fallos, se realiza una propuesta de mejora, en base a los datos recopilados y contrastados. Se sugieren medidas encaminadas a mejorar la eficiencia y reducir la huella de carbono.

Con la propuesta de mejoras, se elaboran las estrategias necesarias que se llevan al terreno económico. De tal manera que se establezcan presupuestos y plazos para determinar su viabilidad.

Por último se lleva a cabo la implementación de las medidas y su seguimiento, con la revisión por parte del especialista, para comprobar si son o no efectivas y en qué medida.

Cuando un profesional se hace cargo del estudio energético, se le denomina auditor y su función es primordial. Será quien se encargue de realizar todos los pasos citados, aunque su relevancia va más allá. El auditor cuenta con la información legal pertinente, puesto que debe estar actualizado de forma continua, en todo lo referente a la normativa energética, tanto a nivel nacional como europeo.

El auditor obtiene e interpreta los datos, comprende los patrones y las tendencias, realiza un seguimiento periódico y hace propuestas de mejora. Por lo que no hay que considerar al auditor como el enemigo. Al contrario, el auditor energético es un aliado dentro de la actual coyuntura dentro del ámbito energético, la sostenibilidad y la eficiencia. Valores que requieren de una supervisión constante y una gestión profesional que beneficia a todos.

En resumidas cuentas, las auditorías energéticas, son una solución y no un problema. Aunque se trate de algo obligado por ley, no debemos olvidar que supone un ahorro considerable a las empresas y una mejora y optimización de sus recursos energéticos.

Facebook
LinkedIn
Reddit
WhatsApp

Noticias más comentadas

El acelerador de electrones

La primera vez que oí la palabra electrón fue en un programa infantil de la televisión que se emitió en los años 80 y 90 en España. Se trataba de

Scroll al inicio