España, un país de gran tradición entre productores agrícolas, ha encontrado en la exportación agroalimentaria una de las claves para la supervivencia del sector a corto, medio y largo plazo. La internacionalización de la agricultura española, indica el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente en un informe, supone una aportación sostenida para el crecimiento del Producto Interior Bruto nacional. Dentro del severo contexto de crisis que define la economía contemporánea, los exportadores agrícolas, que abarcan a alrededor de 1.500 empresas en el país, son la respuesta respecto a una demanda interna estancada o incluso en retroceso, insiste el texto.
Citando datos oficiales, España se sitúa entre los diez primeros productores mundiales de cítricos, frutas y hortalizas, ocupando la sexta posición en cítricos, séptima en producción de frutas y novena en producción de hortalizas, mientras que en lo que respecta al comercio exterior, España y EEUU se vienen alternando en la primera posición como principales exportadores mundiales dependiendo del año. En consecuencia, la balanza comercial española es netamente positiva, tanto en frutas como en hortalizas y cabe destacar su evolución creciente en los últimos años. Ocupa la primera posición en importancia dentro de la balanza comercial agroalimentaria, la cual sin su participación resultaría deficitaria. Desde el año 2000 hasta 2011 el valor de las exportaciones ha aumentado un 71 % y el de las importaciones un 51 %. Destinos son mayoritariamente el mercado de la Unión Europea (93 %). El otro 7 % restante tiene como destino países terceros, fundamentalmente con cierta cercanía a Europa como son Rusia, Suiza y Noruega. En total, el saldo comercial en 2012 para las frutas fue de 4.695 millones de euros y para las hortalizas de 3.382 millones.
De acuerdo con las tesis gubernamentales, la exportación y el desarrollo de la competitividad en el mercado exterior es un factor necesario para el crecimiento de las empresas agrícolas españolas y un fuerte incentivo para la modernización tecnológica y administrativa de un sector que, en consecuencia, se encuentra en la obligación de implementar continuas mejoras en su producción y servicio para mantenerse firme en su cuota de mercado. Atendiendo a las cifras, el sistema alimentario se ha conservado firme a lo largo de estos años de recesión como uno de los baluartes del Pib español, del que persiste en torno al 8 % del total mientras que las exportaciones, por su parte, no han cesado de incrementarse hasta alcanzar el 16 % del total de exportaciones nacionales en 2012. “Asimismo, los continuos superávit registrados en este sector, crecientes desde 2007 y con magnitudes en torno a los 3.500 millones de euros en 2011 y de 6.000 millones de euros en 2012, confirman al sector agroalimentario como uno de los principales activos compensadores de nuestro elevado déficit comercial, y como uno de los principales responsables de su progresiva corrección”, insiste el informe ministerial, que estima que el sistema agroalimentario de España posee el potencial suficiente para “alcanzar mayores cotas de desarrollo comercial, tanto mejorando su presencia en los mercados tradicionales como consolidando y ampliando los logros en nuevos mercados, en especial en países terceros”.
En este sentido, el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente ha procurado crear mecanismos destinar a promover esta masa exportadora en el sector agroalimentario, como la constitución a finales de 2011 d el Grupo de Trabajo Interministerial sobre Apoyo a la Internacionalización de la Empresa Española, presidido por el Secretario de Estado de Comercio. Este organismo se basa en el desarrollo de trabajos por medio de la conformación de diferentes grupos distribuidos en una línea de organización horizontal. Un escenario de actuación a partir del cual en septiembre de 2012 se diseñó un nuevo grupo “de carácter sectorial”, el Grupo de Trabajo para la Internacionalización del Sector Agroalimentario (GTISA), con el objetivo de que “dedicase sus esfuerzos a mejorar la internacionalización del sector agroalimentario” bajo la presidencia de la Secretaria General de Agricultura y Alimentación. El GTISA se configuró así como una herramienta de coordinación interministerial que regular una serie de estrategias comunes y como foro único de debate dentro de ese cometido global de la internacionalización del sector agroalimentario español.
De este modo, las líneas estratégicas trazadas por el GTISA vislumbran una serie de dificultades que afectan a las exportaciones del sector agroalimentario, tales como obstáculos financieros –acceso al crédito, fluctuaciones en los tipos de cambio, accesos a seguros de exportación-, de índole comercial por las debilidades de las propias empresas implicadas –desconocimiento de los mercados y prácticas foráneos, dificultad en el acceso a compradores, carencia de canales de distribución, medios limitados-, problemas logísticos –una excesiva distancia para productos perecederos-, obstáculos culturales y lingüísticos, dificultades a causa de normativas y políticas arancelarias, y otros obstáculos a la implantación-inversión aplicados por los gobiernos de los países de destino.
Por el contrario, las principales fortalezas del sector hortofrutícola español residen en su diversidad de frutos cultivados en un gran número y variedad de zonas productoras, así como la amplitud del calendario de cultivo que favorece un clima propicio para la agricultura. Por añadidura, los productos del campo español poseen una excelente relación de calidad y precio, por lo que, una vez superadas las dificultades previstas por el ministerio, se pueden lanzar a la conquista expansiva de nuevos territorios caracterizados por su alto poder adquisitivo, como Estados Unidos y Japón, los pujantes países de Oriente Medio y, en ciertos casos, Brasil, Sudáfrica, Rusia, Canadá.